jueves, 15 de noviembre de 2012

Ni nacionalismo, ni globalización




Pese, o quizás a causa de vivir en un mundo cada vez más globalizado,podemos observar que las posturas nacionalistas mantienen su fuerza, como en nuestro país acabamos de ver en las elecciones vascas y la propuesta de Mas-creíble o no, es otro tema- de conseguir un referéndum para lograr la independencia catalana.

Quienes mantengamos una postura basada en la defensa de una sociedad federal, construida de abajo arriba y a la vez internacionalista, deberíamos ser capaces de oponernos a las dos tendencias dominantes. Por un lado están los globalizadores, cuyo objetivo es desarrollar el sistema capitalista y sus valores en todo el globo, es decir las multinacionales, el consumismo, la idea de crecimiento sin límites, infinito, la idea de progreso como mera abundancia material, frente al progreso entendido como aceptación de límites, como desarrollo de los valores humanos, de la libertad, de lo inmaterial, sin que eso implique negar la necesidad de una vida digna sin esclavizarse a objetos y del desarrollo tecnológico intentando evitar la tecnología destructiva, opresiva y deshumanizadora.

Por otro lado tenemos a quienes hacen bandera de lo local, de su lengua, de sus supuestas raíces frente a otros pueblos, creando o intentando crear su Estado-nación, su policía, su ejército, su clase dirigente.

Para nosotros ambas posturas representan una amenaza para el mantenimiento, o quizá será mejor decir el ascenso de una sociedad autogobernada, contraria a la concentración de poder político-económica que ha caracterizado el desarrollo del mundo moderno y defensora de la verdadera libertad, la basada en la igualdad política.

Los globalizadores por su intento de construir una sociedad global de esclavos, de subhumanos degradados, cuyo ideal final –de tales élites-sería el Estado mundial basado en una minoría dirigente y un rebaño de siervos totalmente adoctrinados, amantes de la servidumbre siempre que se les garantice un buen nivel económico y placer y diversión en abundancia-y las huelgas y protestas ciudadanas de los últimos tiempos, en realidad no tienen más objetivo en el fondoque volver a épocas pasadas; pues más allá de la retórica las multitudes movilizadas por casi todos los sindicatos y la izquierdas es la misma multitud corrompida por la barbarie materialista que la que sigue a las derechas, pese a que  no se quiera reconocer- , aunque el mantenimiento de la división entre potencias emergentes y decadentes, con sus preparativos para una nueva Guerra Mundial-que esperemos que al final no estalle- hace que tal idea aún sea lejana.

Por otro lado tenemos la presión de los nacionalismos que sueñan con volver a un mundo fragmentado, de individuos sujetos al culto a la patria chica, de mentalidad autoritaria, excluyente, racista y uniformizada, como los primeros pero a escala reducida. Lo que supondría regresar a una Europa dividida en múltiples Estados, volviendo el peligro de una guerra mundial en el continente, o del ascenso de un nuevo Napoleón que quiera dominar por las armas los diversos países.

Por tanto debemos ser capaces de plantear una alternativa a unos y a otros. Esa alternativa debe respetar la diversidad de los diferentes pueblos, pero rechazar los nacionalismos, es decir quienes quieren convertir la pluralidad cultural o lingüística en una ideología, independientemente de que de que esos nacionalismos sean tildados de burgueses o revolucionarios, pues pretender hacer una distinción entre uno y otro, es caer en el mismo error de quienes pensaban que el llamado Estado obrero, sería muy diferente que el llamado Estado burgués y capitalista. La realidad liquidó tal ficción muy rápidamente y la misma realidad también liquidaría la pretensión de un nacionalismo revolucionario como algo diferente. Sería, probablemente, peor, pues conviene no olvidar que los fascismos y populismos originales eran nacionalistas revolucionarios.

La tercera vía debe sostenerse, por tanto, en un internacionalismo que aceptando la diversidad busque la cooperación y el entendimiento entre las gentes, basada en la extensión de una nuevos valores, de una cosmovisión diferente a la actual. Y es en esa nueva cosmovisión ,para nosotros basada en un ideario socialista libertario y cooperativista-o como quiera definirse en un futuro-, en una civilización autogestionaria alejada del materialismo, la competitividad, la mercantilización, la voluntad de poder y el enfrentamiento  la que creemos debe enraizarse el ser humano. 

Pues el verdadero y profundo enraizamiento necesario es el de las conciencias afines, no la de la tierra de nacimiento, lo que no implica que unas nuevas instituciones, unas nuevas estructuras no se den en el vacío, sino en territorios. Pero estos deben ser secundarios.

La oposición constructiva a las dos amenazas , la del Estado mundial y la del pasado reciente de los Estado-nación siempre al borde de la guerra, es un asunto de vital importancia para dar algo de luz a un momento donde acechan grandes sombras para la civilización humana.