Artículo publicado por Alfredo Carreras en El paseante solitario, el 15 de Marzo de 2010
Recomendable libro de Robert A. Dahl, publicado en la editorial Hacer en 2002, y que descubrí por casualidad, buscando información sobre democracia económica, para mi una de las ideas clave a desarrollar para un proyecto de reforma y transformación socioeconómica, por Internet. El famoso y anciano politólogo norteamericano, autor de numerosas obras como La democracia. Una guía para los ciudadanos, escribió esta obra en 1985. Partiendo de un análisis de su admirado Tocqueville y de su texto La democracia en América, cuya idea fundamental es que la igualdad de la democracia pueda destruir la libertad, e impulsar una sociedad de hombres y mujeres serviles, Dahl considera que lo que en realidad sucede con el desarrollo del capitalismo financiero, empresarial y corporativo es lo contrario, que la igualdad queda muy dañada. Por tanto el desarrolla de forma amena y original una defensa de la democracia económica, es decir un sistema que combina libertad e igualdad. No sólo una mayor igualdad económica, sino también igualdad política. Igualdad política consistente en poder participar no sólo en los asuntos políticos, sino en los asuntos económicos. Es obvio que el sistema laboral dominante, de empresas jerárquicas y autoritarias en su funcionamiento, donde sólo una pequeña minoría tiene voz y voto, daña fuertemente la igualdad política, que él considera una de las bases del sistema democrático. También la fuerte desigualdad económica del sistema capitalista moderno supone que la igualdad política se vea afectada, al disponer la mayoría de los ciudadanos de menos recursos, no sólo económicos, sino de información en relación con los dirigentes de las empresas y otros centros de poder piramidales.
Para Dahl, una de las características de la democracia, y un derecho clave, es el autogobierno. Y esto no sólo debe reflejarse en el Estado, sino en la economía, en los centros laborales. ¿Porque se ve normal la participación en el gobierno, y no en otras actividades?. Es evidente que el derecho al autogobierno, a la democracia, también puede darse en la empresa. Incluso va más allá, sosteniendo que el derecho al autogobierno, está por encima al derecho a la propiedad, frente a la doctrina dominante que sostiene lo contrario. En cuanto al tipo de propiedad laboral que el prefiere en un sistema de democracia económica, se queda con la cooperativa con mercado, frente a la estatal y la social . La propiedad estatal, practicada en los países llamados comunistas, ha resultado un fracaso, uniendo la jerarquía, oligarquía y el despotismo de las relaciones laborales capitalistas una ineficacia económica muy superior, liquidando toda iniciativa individual y social. En cuanto a la propiedad social, resulta muy ambigua, al fin y al cabo, ¿que queremos decir con propiedad social, que alguien que camina por la calle es dueño de una fábrica, un taller, una empresa?. La propiedad social, suele acabar encubriendo la propiedad estatal.La defensa, que comparto plenamente de la propiedad cooperativa, no excluye que el estado pueda desarrollar algunas leyes para impulsar las cooperativas, y de facilidades para su creación y extensión. Pero evidentemente se debe evitar que el Estado las dirija, pues las cooperativas ya no serían tales, y la democracia económica desaparecería en la práctica. algunos críticos del sistema de empresas autogestionadas sostienes que estas serían más ineficaces para desarrollar un sistema innovador, de inversión, ahorro y empleo. Pero no hay nada objetivo que indique para Dahl, que empresas autogobernadas no pudieran desarrollar mejor estos aspectos, al estar los trabajadores menos alienados y ser más activos y participativos. De cualquier forma Dahl no es muy utópico, y no comparte la opinión de los que creen que la democracia económica implicará una sociedad de individuos y trabajadores muy superiores moral y humanamente a los actuales. Al menos no hasta que pasen varias generaciones. También es consciente de los problemas de la democracia económica, del peligro de degeneración al seguir existiendo directivos. Este es el punto más débil para mi del texto, pues el autor se contenta con decir que el proceso democrático en el lugar de trabajo haría que el peligro se redujese, sin desarrollar ideas y mecanismos que conjuren la amenaza, pues la división entre dirección y ejecución es la base de los sistemas jerárquicos y explotadores, y al fin y al cabo, una empresa dividida en directivos y ejecutantes, podría acabar convertida en una empresa convencional, o en una cooperativa sólo de nombre.
Quedan , por tanto, muchos aspectos por analizar y estudiar si alguna vez, alguna sociedad, de forma democrática, se lanzara a desarrollar un sistema de empresas autogobernadas, de democracia económica. Democracia económica, que un nuevo movimiento cívico y político de izquierdas, debería estudiar e intentar desarrollar entre sus fines. Es un espacio a ocupar, un paso más en una democracia radical de ciudadanos, no sólo en el terreno político, sino económico. La democracia, la ciudadanía, siempre será coja, sino somos ciudadanos, hombres y mujeres libres e iguales en el hoy por hoy universo tiránico laboral. Luchemos por no seguir siendo carne de cañón, piezas de recambio del engranaje económico capitalista o socialista de Estado.
Para Dahl, una de las características de la democracia, y un derecho clave, es el autogobierno. Y esto no sólo debe reflejarse en el Estado, sino en la economía, en los centros laborales. ¿Porque se ve normal la participación en el gobierno, y no en otras actividades?. Es evidente que el derecho al autogobierno, a la democracia, también puede darse en la empresa. Incluso va más allá, sosteniendo que el derecho al autogobierno, está por encima al derecho a la propiedad, frente a la doctrina dominante que sostiene lo contrario. En cuanto al tipo de propiedad laboral que el prefiere en un sistema de democracia económica, se queda con la cooperativa con mercado, frente a la estatal y la social . La propiedad estatal, practicada en los países llamados comunistas, ha resultado un fracaso, uniendo la jerarquía, oligarquía y el despotismo de las relaciones laborales capitalistas una ineficacia económica muy superior, liquidando toda iniciativa individual y social. En cuanto a la propiedad social, resulta muy ambigua, al fin y al cabo, ¿que queremos decir con propiedad social, que alguien que camina por la calle es dueño de una fábrica, un taller, una empresa?. La propiedad social, suele acabar encubriendo la propiedad estatal.La defensa, que comparto plenamente de la propiedad cooperativa, no excluye que el estado pueda desarrollar algunas leyes para impulsar las cooperativas, y de facilidades para su creación y extensión. Pero evidentemente se debe evitar que el Estado las dirija, pues las cooperativas ya no serían tales, y la democracia económica desaparecería en la práctica. algunos críticos del sistema de empresas autogestionadas sostienes que estas serían más ineficaces para desarrollar un sistema innovador, de inversión, ahorro y empleo. Pero no hay nada objetivo que indique para Dahl, que empresas autogobernadas no pudieran desarrollar mejor estos aspectos, al estar los trabajadores menos alienados y ser más activos y participativos. De cualquier forma Dahl no es muy utópico, y no comparte la opinión de los que creen que la democracia económica implicará una sociedad de individuos y trabajadores muy superiores moral y humanamente a los actuales. Al menos no hasta que pasen varias generaciones. También es consciente de los problemas de la democracia económica, del peligro de degeneración al seguir existiendo directivos. Este es el punto más débil para mi del texto, pues el autor se contenta con decir que el proceso democrático en el lugar de trabajo haría que el peligro se redujese, sin desarrollar ideas y mecanismos que conjuren la amenaza, pues la división entre dirección y ejecución es la base de los sistemas jerárquicos y explotadores, y al fin y al cabo, una empresa dividida en directivos y ejecutantes, podría acabar convertida en una empresa convencional, o en una cooperativa sólo de nombre.
Quedan , por tanto, muchos aspectos por analizar y estudiar si alguna vez, alguna sociedad, de forma democrática, se lanzara a desarrollar un sistema de empresas autogobernadas, de democracia económica. Democracia económica, que un nuevo movimiento cívico y político de izquierdas, debería estudiar e intentar desarrollar entre sus fines. Es un espacio a ocupar, un paso más en una democracia radical de ciudadanos, no sólo en el terreno político, sino económico. La democracia, la ciudadanía, siempre será coja, sino somos ciudadanos, hombres y mujeres libres e iguales en el hoy por hoy universo tiránico laboral. Luchemos por no seguir siendo carne de cañón, piezas de recambio del engranaje económico capitalista o socialista de Estado.
Alfredo Carreras es Secretario de Res Pública, licenciado en Sociología y Técnico Superior en Prevención de Riesgos Laborales.
2 comentarios:
Una magnifica recomendación desde que publicaste el articulo quise empezar a leerlo pero las obligaciones laborales no e dejaban tiempo este año lo recorde, lo lei y quede encantado y por tanto queria aadecerte no podia dejarlo pasar.
gracias por tu visita, nos alegramos que te haya gustado el artículo de nuestro secretario.
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